Este lunes 1 de junio se inicia el año lectivo 2020-2021 régimen Costa y Galápagos, con retraso por la emergencia sanitaria. La emoción y desesperación de los estudiantes en sectores suburbanos por empezar un nuevo periodo educativo se transformó en incertidumbre, confusión y preocupación.

Hay hogares que solo cuentan con un celular y no de alta gama, y con cuatro o más hijos que intentarán estudiar; otros no tienen saldo, carecen de computadoras, ni siquiera tienen trabajo.

Esta realidad se evidencia con testimonios que este Diario recogió en diversas zonas y cuyas versiones transmitimos aquí.

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Carmelina García se levanta de lunes a viernes a vender empanadas de verde en la cooperativa Voluntad de Dios, sector de Monte Sinaí (noroeste), para solventar los gastos de su hogar. Pero no es suficiente.

Semanalmente, dice, gana cerca de $25. A eso, hay que sumar que su esposo, Rubén Jiménez, de 40 años, obtiene $90 de los ‘cachuelos’ que hace unas tres veces por semana. “Con eso tratamos de solventar las cosas en la casa como la comida y el agua”, afirma la madre de 39 años.

Este lunes 1 de junio sus hijos José, Narcisa, Luis y Génesis inician su periodo lectivo 2020-2021. Sin embargo, tendrán que enfrentar dos dificultades: el internet y la escasez de dispositivos tecnológicos en su hogar.

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“La verdad no se cómo van a hacer, no tengo internet ni laptops, solamente un teléfono celular”, expresa Carmelina.

La difícil realidad que vive ella no es muy diferente a la de Erika Peralta, quien reside junto con su esposo en la cooperativa Cañaveral (Monte Sinaí). Posee una vivienda de caña y mantienen a sus hijos: Jean Pierre, Bryan y Maite.

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En su casa cuentan con un solo celular, el de su esposo, Jefferson Pincay, de 30 años, y quien no tiene un trabajo fijo, pero de repente lo llaman para que realice servicios de electricidad o para construir casas de caña en el sector.

La madre de 29 años sufre las dificultades que produce esta nueva modalidad virtual para la educación de sus hijos. “No tenemos ni para el agua, peor vamos a tener para computadoras, nadie tiene nada aquí”, cuenta, muy afligida.

Debido a la escasez de celulares y a que no disponen de conectividad, sus hijos tendrán que coger bus y emprender camino, que dura de 30 a 45 minutos, hacia La Ladrillera, límite rural del noroeste de Guayaquil, para recibir sus clases online dentro de un ciber.

En la Primavera de Petrillo, km 30 de la vía a Daule, vive Geomaira Jiménez, su esposo, Javier Rodríguez, y sus 4 hijos, pero solo siguen estudiando Mayerly, Danna y Álex.

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El desempleo y la falta de recursos tecnológicos complican la educación de sus hijos. “Mi celular es el único que tenemos, porque ahí mi esposo tiene, pero en caso de que le salga un trabajo debe irse, y computadora yo no tengo”, asegura Geomaira Jiménez.

El único ingreso que tiene es por la ayuda que le brinda su hermano José Ignacio, que le “regala cualquier cosa”, dice.

La mujer de 33 años tampoco cuenta con internet, y cuando le alcanza realiza recargas de $5. “Ahorita he tenido para ponerle este mes, después debo ver cómo hago, ya que se van a dar estas clases”, finalizó.

Leni Vera vive en el bloque 39 de Monte Sinaí. Por el momento sí cuenta con internet, pero solo tiene un celular para que Antonella y Bryan puedan recibir sus clases.

El problema radica en cuánto tiempo va a aguantar el dispositivo móvil. “El teléfono se calienta, entonces me pregunto, ¿cómo hago cuando comiencen las clases? Para mí es difícil”, expresa preocupada Leni Vera. El único ingreso que tiene es el de su hijo Richard, y con eso paga el internet.

Leni no ha podido reactivar su negocio de venta de productos naturales, debido a que tiene que ir a comprar a la Bahía y no quiere arriesgarse a cualquier contagio.

Todos ellos no conocen otras alternativas de estudio en los planteles fiscales. (I)