Toda sociedad busca esquemas para una jubilación digna de sus ciudadanos, y además es fuente esencial de ahorro de largo plazo… Cifras claves:

Cifra 1: Tenemos un sistema de reparto, donde el monopolio estatal (IESS) recibe aportes obligatorios, los invierte, y luego se “reparte” entre los que se van jubilando. Obviamente como hay muchos afiliados (más o menos 3 millones) y pocos jubilados (450 000) el fondo acumulado debería ser importante… pues no lo es: menos de $7000 millones, ¡$2200 por afiliado!

Cifra 2: Esto empeora porque los jubilados reciben cada año $1700 millones más que los aportes de los activos, y eso crece regularmente. ¡Insostenible!

Cifra 3: Si hacia el futuro calculamos los ingresos que tendrá el sistema (aportes de afiliados) menos los desembolsos (jubilaciones crecientes, porque proporcionalmente hay cada vez más jubilados)... llegamos a un déficit de unos $100 000 millones. ¡Enorme!

Cifra 4: Se dirá con razón: pero si contabilizamos el 40 % de aporte del Estado (nosotros), el déficit baja a “solo” $20-25 000 millones. Pero olvidamos decir que ese 40 % hoy representa 1,7 % del PIB, pero iría subiendo hacia 10 %: para entonces, todo el impuesto a la renta e IVA irían a financiar jubilaciones. ¡Imposible!

¿Por qué este problema tan enorme? Porque el sistema tiene graves defectos: la demografía ha cambiado (antes la jubilación duraba 6 o 7 años, ahora 15 o 20), malas inversiones (incluyendo préstamos subsidiados a afiliados y gobierno), pensiones que se manejan políticamente y sin financiamiento, bajo aporte del 9,7 %, mala administración, corrupción, etc. Y además al establecer los parámetros del sistema olvidamos algo simple…

Cifra 5: Si alguien aporta cada mes el 9,7 % de su ingreso (que crece al 4 % anual) durante 33 años, y ese dinero se invierte al 6,5 % anual, lo mejor que puede recibir durante 15 años de jubilación es un 56 % de sus 5 mejores sueldos anteriores. Y si tiene 25 años de jubilación, solo puede recibir 43 %. Vemos claramente que la jubilación con el 70 % de los 5 mejores sueldos (caso ecuatoriano) es excesiva. Que sea una caja común de reparto no cambia nada al problema, y la idea de que el sistema mejora teniendo más afiliados es errada: si cada uno recibe finalmente más de lo que aportó, el déficit inevitablemente empeora. Solo se logra ganar tiempo, nada más.

¿Entonces? Debemos emprender una reforma a fondo considerando cuánto aportamos, monto de jubilación, los años de trabajo, eficiencia operativa y (no olvidarlo) que los errores del pasado no se recuperan por simple magia sino que una parte del déficit futuro ya existe, hagamos lo que hagamos, y hay que financiarlo. ¿Opciones? Hay dos extremos. Uno, mantener el actual sistema monopólico con ciertas adaptaciones sería una pésima idea. Dos, ir a un sistema de cuentas individuales (donde se acumula el dinero que cada uno aporta), con solidaridad: a través de los impuestos hay una ayuda, para las personas que no llegan a tener una jubilación mínimamente aceptable. Y por otro lado, también debe haber solidaridad con las personas que no hacen parte del sistema de afiliación y no llegan a tener jubilación… ¡El segundo sistema es mucho mejor, pero tampoco milagroso, requiere financiarse! (O)